Lo primero: El móvil a la mierda.
Lo apagas. Lo dejas en otra habitación. Lo quemas. Haces lo que quieras hacer con él, pero no lo tengas cerca.
¿Por qué tan radical?
Porque si suena mientras estás aprendiendo, será como si nunca hubieses comenzado. Volverás a cero.
Si suena, y además miras de qué se trata la notificación, lo más probable es que retomes el texto luego de unos 30 o 45 minutos en los que te perdiste en las redes sociales. Volverás a cero.
Si no suena, pero lo tienes al lado, tu cerebro adicto (lamentablemente como el de la mayoría y me incluyo) tendrá el impulso de agarrarlo y darle al botón de encender la pantalla “sólo para ver”. No volverás a cero, pero retrocederás bastante.
Lo primero que tienes que hacer al momento de aprender tu texto es deshacerte -en serio- de tu móvil.
Así también como de cualquier otra distracción: la televisión, el perro que te pide salir a pasear, tus familiares que dan vueltas por alrededor o el ruido del temporizador del microondas. Espero haber sido claro.
¡Ahora sí! Te encuentras en total privacidad e intimidad con tu texto. Al fin. ¿Pero qué pasa?
Empiezas a leerlo y te dispersas. Piensas en la compra, en la persona que te gusta, en la molestia que tienes en las lumbares. No te preocupes, es normal. ¿Cómo se soluciona? Vuelves al texto una y otra vez. Lo más importante es que cada vez que te disperses y te des cuenta, retomes la lectura de tu texto. Pero aún más importante es que no sientas la necesidad de auto-flagelarte por haberte dispersado. ¿Sabes a lo que me refiero, cierto?
“Otra vez me distraje, no sirvo para nada”
“Oh no, ¡no lo voy a lograr nunca!”
“No puedo concentrarme debo tener alguna enfermedad, voy a buscar el Google…”
Además de canalizar de una manera negativa tu energía, adivina: Volverás a cero.
Y no quieres volver a cero.
Vuelve al texto.
Pasados unos cuantos minutos te encontrarás en el estado necesario para que esas palabras empiecen a ser de tu interés. A partir de ahí, recién ahí, estás empezando a aprender.
Ojo, no te fijes la hora. Algo que puede ayudarte es ponerte una alarma (en tu móvil que está en otra habitación). Si por ejemplo sólo tienes una hora ese día para ponerte con el texto, pones la alarma y te olvidas del tiempo. La alarma hará su trabajo a su debido momento. Pero si miras a cada rato cuánto tiempo pasó, te encontrarías una vez más en la misma situación de retroceso que ya he mencionado antes.
Entonces, en ese momento en el que tu cerebro empieza a sentirse interesado en el texto, es ahí en donde tienes que aprovechar para realizar la LECTURA COMPRENSIVA.
No debes comenzar con intenciones de MEMORIZAR.
Debes comenzar a comprender todo lo que el texto tiene para decir. La historia, los personajes, lo que sucede, el ambiente, de qué se trata.
Empieza siempre por comprender las ideas que intentan transmitirte esas palabras. Las palabras no son lo importante ahora, sino las ideas que transmiten.
Si el texto está bien escrito, presta especial atención a la puntuación. La puntuación te dará pautas de cuándo frenar, o en qué momento bajar la velocidad de lectura, o cuándo cortar y pasar al siguiente párrafo.
La puntuación te dará las pistas necesarias para detectar el peso de las ideas.
Este primer día de lectura de tu texto deberás sentirte capaz de explicarle a otra persona, con tus propias palabras, de qué se trata. Deberás sentirte con la capacidad para contarlo de forma fácil y simple. Insisto: con tus propias palabras. Si no logras esto al finalizar el primer día, no podrás pasar a la siguiente etapa. Vuelve al texto hasta que suene la alarma y sigue leyendo intentando comprender absolutamente todo lo esencial. Por supuesto, el diccionario -sobre todo el de sinónimos- será tu mejor amigo en esta primera parte. Sigue así hasta lograr contar con facilidad de qué trata.
Cada vez que realices este ejercicio, la esencia misma de ese texto se quedará más y más en tu memoria. Y esta es la base que necesitas para pasar a la segunda fase.